lunes, 17 de agosto de 2015

Tragedia

Ha ocurrido una tragedia. Una verdadera calamidad bucal. Fue planeado, pero eso no le resta pesadumbre. Una de la peores cosas que pueden ocurrirle a quién piensa soberanamente en comida día y noche: Brackets.
Por supuesto, esto no significa que esté ciega frente a las calamidades que día a día en este pálido punto azul que llamamos planeta. Pero no puedo evitar sentirme abrumada frente al despliegue necesario para actos tan simples y maravillosos como comer. Los completos caseros pasaron a convertirse, finalmente, en un plato con salchichas, palta, tomate y mayonesa. Y desde hace casi un mes que, en lugar de comer sandwishes, los destripo. Es una verdadera carnicería de churrascos, queso, palta, tomate, papas fritas y mayonesa con ajo. Además del pan, por supuesto, que finalmente queda abandonado a su suerte la mayor parte del tiempo.
Y, al tener a estos férreos invitados hace apenas algunas semanas, aún queda un mundo de bocadillos que no he tenido la oportunidad de probar.No me he atrevido a un simple pan batido (o marraqueta, en casa lo llamamos de ambas formas indistintamente), pues temo que su corteza me lastime.
Y el futuro sólo se ve lúgubre. ¿Que va a pasar el día que quiera comer choclo con queso? ¿Que pasa con los wantanes? Siempre me gustaron los frutos secos, en especial si van acompañando quesos...¡Y las almendras lucen ahora tan amenazantes! Nunca fui aficionada a los caramelos, pero ¿Qué va a pasar cuando me ofrezcan mentitas?
Cuando el amable cirujano me comentó que quizás los primeros días fue necesario que sólo me alimentara de sopas, sentí un vacío gigante en el estómago. Una vez puestos uniformemente los trocitos de metal en mi boca, fui al cine. Compramos una gigantesca porción de palomitas de maiz...y comenzó el desastre. No sólo incomodaba, es que con horror comencé a notar que la parte de mi cerebro que suele festejar cada vez que hay comida esperando, estaba angustiada. Parecía confundida, como si no entendiera por qué comer ahora era menos disfrutable.
Durante estos días he aprendido a pensar en la comida como nunca antes: Sopesando delicadamente los requerimientos de cada bocado frente a esta nueva situación. He pasado de largo frente a carritos con maní confitado, empanadas de queso, chocolates y otras delicias. Y no importa lo que los gurús de la alimentación saludable digan...masticar 50 veces cada cucharada que me llevo a la boca no me hace sentir bien. Hay quien dice que para disfrutar la comida se debe saborear lentamente cada bocado. Pero para mi, o al menos, para mi yo de hace tres semanas atrás, cada ingesta obedece a un deseo profundo y verdadero. ¿O existe quien, en días de calor abrasador, entre al agua delicadamente "saboreando" la sensación de frescura? Por supuesto que existe quien haga eso, pero yo pertenezco al grupo para quienes llegar a la playa y empaparse de pies a cabeza son un sólo y único acto.
Pero los días avanzan, y con ello, tímidamente renacen las esperanzas. Quizás sólo es cuestión de costumbre. Las empanadas de queso, al menos, presentan aquella facilidad, aunque aún no concibo el comer un completo destripándolo en el plato. Pero soy optimista. Después de todo...ningún metal me alejaría ni demasiado tiempo, ni demasiado enserio de mi verdadero amor.

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